Fat Man and Little Boy

11.08.2019 13:12
 
 
"Olía a carne quemada en toda la ciudad" Descripción de sobrevivientes en Hiroshima y Nagasaki.
 Un 6 de agosto de 1945, el masón de grado 33 de la logia Belton, Harry S. Truman autoriza un execrable acto de terrorismo sobre Japón. Un artefacto nuclear es lanzando sobre la ciudad de Hiroshima, con un saldo de 145,000 víctimas civiles, todo un genocidio.
 La excusa fue: "La usamos para acortar la agonía de la guerra, para salvar las vidas de miles y miles de jóvenes estadounidenses"
 En otras palabras, el clásico axioma del gatillero en la calle, "pa que sufran los míos, mejor que sufran los de ellos"
 Dwigth Eisenhower, quien fuera el sucesor de Truman y Comandante de las Fuerzas Aliadas expresaría años después: "no había que golpearlos con esa cosa tan horrible, estaban a punto de rendirse"
 Académicos como Mark Selden de la Universidad de Cornell y editor del Asia Pacific Journal han llegado a la conclusión de que las bombas no fueron tampoco el factor determinante para que Tokio se rindiera.
 Según Selden, antes de la detonación de Hiroshima, Japón ya estaba buscando desesperadamente un camino hacia la rendición y para ello había buscado incluso la intermediación de la Unión Soviética, con la que había suscrito un tratado de neutralidad años antes.
 Los rusos pensando en expandir sus territorios y en la parte del botín que les tocaría, se hicieron de oídos sordos, y por el otro lado, los gringos utilizando la nueva arma de destrucción masiva, le enviaban un mensaje a Stalin.
 Tres días después desataron otra versión del Infierno con temperaturas de 7,052 grados Fahrenheit y vientos de 1,005 kilómetros por hora, en la ciudad de Nagasaki.
 Siempre habrá defensores de ese terrible suceso, pero a los apologistas solamente hay que recordarles que un cuarto de millón de muertos en tres días no es poca cosa.
 También debieran leer el libro repleto de ácaros, telarañas y polvo de letras doradas y portada negra que tiene abierto en la cabecera de su cama.