Nuevamente el plan Tennessee
Ayer se aprobó el Proyecto de la Cámara 876, que tiene un nombre rimbombante, “Ley por la Igualdad y Representación Congresional de los Ciudadanos Americanos de Puerto Rico”
Esto no es otra cosa que el anacrónico y jurásico Plan Tennessee; en la época cuando Rifleman, Wild Bill Hickok y Buffalo Bill mataban indios (con un revólver que tenía como 200 proyectiles) en el Viejo Oeste.
El dichoso plan Tennessee, fue un mecanismo de presión utilizado por el estado que lleva el mismo nombre para obligar al Congreso a insertarlo como parte de la Unión.
La idea era enviar la cantidad de congresistas al capitolio que por ley le correspondían, sin haber sido aceptados aún como un estado federado y así forzar una reacción ante su reclamo.
En 1796 Tennessee aprobó una constitución además de elegir a los congresistas que los representarían. La estadidad le llegó a Tennessee al cabo de tres meses después de ser enviados los delegados. Luego de esta gesta, Michigan, Iowa, Kansas, California, Oregón y Alaska eventualmente hicieron lo mismo, consiguiendo su inclusión como estados del Tío Sam.
El anexionismo piensa que de que si funcionó 7 veces, ¿por qué no ahora?
Cabe preguntarse también, ¿quiénes serán los dichosos mortales (o hijos de puta) que marcharan a la morada de los dioses Olímpicos en Washington para deleitarse con el dinero del Pueblo?
Ese pedido tiene tanta oportunidad de concretarse como tengo yo la posibilidad de llegar a la NBA con 63 años y ser el point guard regular de los Boston Celtics y ganarle 4 juegos corridos eliminando a los Cavaliers.
Como dijo el Profe Ángel Rosa en su columna, “el mismo Washington, D.C. lleva 25 años intentando esta estrategia sin éxito alguno.” Así que Ricky, suerte con eso.
Ya la veo venir; estadidad con 2 senadores y 5 representantes ¡un poder político enorme!
¡Sí Pepe!, llevamos 119 años en este relajo. Otro embeleco más de los anexionistas que enarbolan nuestra bandera con “orgullo patrio”, para después pasársela por las verijas como hizo Madonna en el Juan Ramón Loubriel de Bayamón en 1993.